Entramos en las últimas 10
semanas antes del Iberman de Huelva. Esto es, 8 semanas de entrenamiento a tope
y dos semanas de tapering (ver post anterior dedicado a este último concepto).
Como parte de la preparación
decidí hacerme hace dos semanas una prueba de esfuerzo en un centro
médico-deportivo. La prueba incluía
análisis de gases, electrocardiograma, porcentajes de masa corporal y grasa
corporal, así como un completo informe final, con análisis de resultados,
detección de umbrales aérobico-anaeróbico, benchmark comparativo con población
atleta-no atleta, predicción de marcas y zonas de intensidad de entrenamiento
recomendadas (esto es, ritmos recomendados para diferentes
distancias/objetivos). Y por supuesto la emoción de darlo todo corriendo en un
tapiz rodante (vamos una cinta de correr de toda la vida), con el torso
desnudo, delante de dos señoritas, embutido en una sugerente malla de red tipo
Freddy Mercury super-gay, rodeado de
cablecitos y respirando por la máscara de Darth Vader en plan Luke yo soy tu
padre.
Aún conservo alguna duda relativa
a si la prueba de esfuerzo realmente sacó de mí el máximo, puesto que la
doctora la dio por finalizada cuando ni mucho menos había alcanzado mi tope de
pulsaciones (se supone que en estas pruebas tienes que llegar al agotamiento),
pero bueno, imagino que dicha doctora sabe mejor que yo cómo va el tema
en cuestión.
En cualquier caso estoy contento
con los resultados, y me parecen coherentes con la percepción personal que
tengo de mi estado de forma actual, así como estoy de acuerdo con los umbrales
que se han determinado, los ritmos de entrenamiento propuestos y la predicción
de marcas que anticipa.
Se supone, por ejemplo, que con mi forma física actual debería ser
capaz de correr un 10K a ritmo de 4’15”/km (hace ya tres meses corría
habitualmente por debajo de 4’30”/km dicha distancia, y con la carga de entrenamientos
que llevo, y espero que también la calidad de los mismos, en estos tres
meses he debido mejorar bastante).
Se supone igualmente que mi ritmo
de maratón estaría en los 5’30”/km, lo que arrojaría una marca de alrededor de
3h50’ para los 42K, que no es una maravilla, pero que me parecía una marca de
ciencia-ficción hasta hace bien poco. Claro que ésta es sólo la teoría. La
marca de los 10K la puedo certificar en cualquier momento, pero para la maratón
casi que me tendré que esperar al Ironman, no tengo ninguna intención de correr la
pruebecita antes de esa fecha. Pero sí que puedo y debo intentar hacer
entrenamientos “extensivos” a ese ritmo, hasta los 26-30K, por ejemplo (que
gustito va a dar correr durante 2h y ½ en agosto a esos ritmos, con el frío que
suele hacer en estas fechas…).
La conclusión fundamental a
extraer de la prueba, y quizá es lo más importante de todo este asunto, es que
el test no detectó ninguna anomalía física que, y cito textualmente,
“contraindique o limite la práctica deportiva que el atleta viene realizando”.
Y eso, quieras que no, me tranquiliza, porque no me voy a enfrentar a una
“carrerita” cualquiera, ya que lo que viene es un señor Ironman, de modo que este
tipo de noticias son bienvenidas. En opinión de la doctora, con el simple
análisis preliminar de los datos que arrojó la prueba, terminar el Ironman lo
termino, otra cosa será en cuánto tiempo, pero bueno, parece que estoy en el
buen camino y no moriré en el intento.
Ahora resulta que además me falta
un test de lactato, prueba complementaria recomendada por la doctora para,
además de sacarme la “pasta”, determinar con mucha mayor precisión ritmos de
entrenamiento y frecuencia cardíaca, efectividad del entrenamiento aeróbico y
predicción de ritmos de forma mucho más ajustada, gracias al análisis de la
concentración de lactato en sangre. El amigo lactato es una “cosa mu mala, mu
mala” que hace disminuir el rendimiento muscular cuando se acumula en tus
musculitos y el cuerpo no es capaz de absorberlo, de manera que detectar a que
ritmos y frecuencia cardiaca aparece, aumenta y disminuye, sirve para
determinar que ritmos vas a ser capaz de aguantar sin que tus músculos “peten”.
Para ello te van pinchando en un dedo mientras corres a diferentes ritmos y van
midiendo su concentración y tal y cual…huuummm, interesante, y todo ello por el
módico precio de ya veremos, será por dinero, ¿no?
En otro orden de cosas estoy un
poquito “mosca” con la Organización del Iberman dichoso, porque han realizado
una serie de “pequeños cambios” que me hacen dudar de su seriedad, espero que
sólo sean imaginaciones mías. Paso a resumir las más importantes:
1.- La zona de meta se ubicaría
en Isla Cristina, con el Hotel Barceló como centro de operaciones, con total
respaldo del ayuntamiento de Isla Cristina y tal y cual. Pues ahora resulta que
no, que la prueba se traslada a Islantilla, a Lepe, cuyo ayuntamiento por
supuesto respalda la prueba al 100%. El hotel que supuestamente me tocaba
también ha cambiado, aunque finalmente he conseguido confirmar mi reserva, para
mí y para mis acompañantes, así que un problema menos. ¿Habrá más cambios de
aquí a Octubre? ¿Saldremos desde Tánger? Espero que no.
2.- La natación iba a ser en el
río Guadiana. Pues ahora resulta que tampoco, que será en la playa de la
Antilla, en Lepe. Que si 1000 atletas son muchos para controlar en un río, que
si las corrientes que van y vienen y por el camino se entretienen, que si lo
importante es nuestra seguridad y que si la abuela fuma. En fin, un poco “chapuza”,
¿no?
3.- La bici lógicamente en
consecuencia también ha cambiado, porque
las zonas de salida y T1 han cambiado. Y aquí viene donde la matan, porque de
pasar de unos teóricos 1500m de desnivel acumulado (que ya estaba bien),
pasamos ahora a más de 2200m (más que en el Ironman de Niza, considerado uno de
los circuitos de bici más duros). Así que cojonudo, eso sí, la Organización me
dice que no hay que preocuparse, que la subida más larga no tiene más de 2km, que
la dificultad del recorrido es “media” (¿media para quién, para “Purito”
Rodríguez o para una “servidora”?), aunque no dicen nada de las tropecientas
subidas de “menos de 2km” que tendremos que afrontar, porque el mapa de
altimetría de la prueba parece el Himalaya y sus catorce ochomiles. Vamos que
estoy contento, ¿sabes?
En fin, que supongo que es lo que
hay, “haber elegido muerte”, que diría el chiste. A seguir dándole caña, no
queda otra.
Por lo menos ya sé calzarme las
zapatillas de bici en marcha, y también desmontar de la bici dejando las
zapatillas insertadas en los pedales automáticos, así que las horas que pierda
dejándome las piernas en la carreteras de Huelva y el Algarve portugués las
compensaré con los segundillos que
conseguiré ganar en las transiciones gracias a esta nueva habilidad adquirida.
Lo aprendí el pasado viernes, mientras ensayábamos
multi-transiciones bici/carrera con la gente del club y Jorge, uno de nuestros
entrenadores. Muy divertidas dichas multi-transiciones, y a la vez muy
exigentes, acabé roto y con el corazón desbocado, haciendo 5km de bici + 1K de
carrera en cinco ocasiones ( y corriendo por ejemplo la última serie de 1000m a 3’23”, ¡increíble, baby!)
10 semanas, ni una más, ni una
menos….