Retomo el blog
tras casi dos meses de silencio, mitad producto del hartazgo que me ha
provocado esta larguísima primera temporada triatlética, mitad producto del
stress que me provocó que me despidieran de mi anterior empresa. Me he dedicado fundamentalmente este final de año a resolver el tema laboral lo antes posible, de modo que espero contar
con la indulgencia del lector. Pero año nuevo, vida nueva, dicen, y empiezo el
2014 con renovadas energías y recién estrenado puesto de trabajo, así que sin
más excusas vuelvo a compartir mis gilipolleces con todo aquel que quiera
leerlas. Me sorprende y me agrada la cantidad de mensajes que he recibido
animándome a seguir con el blog, no es que hayan sido miles de mensajes, pero
sí decenas de ellos, aunque sólo con recibir uno hubiera bastado. Y es que no
sabéis como reconforta comprobar que a alguien le interesan las tonterías que
escribes, incluso si ese alguien únicamente lo hace para reírse de tus
desgracias y estupideces varias en esto del “Tri”. Lo asumo y lo aplaudo, soy
el primero en reírse de sí mismo, así que no hay problema, "si me quereis, reirsen", que diría Lola Flores.
Reanudo este “Diario
de un flipatleta llorón en apuros” para rememorar un par o tres de eventos reseñables
en este cierre del año, dejo para un próximo post el hacer balance de este mi
primer año “serio” como flipatleta. Pero empecemos por dejar unas breves
pinceladas de este final de 2013:
EVENTO 1: REDESCUBRIENDO LA MOUNTAIN BIKE.- Poseer una bici de montaña fue el primer paso para decidir
meterme en triatlón. Me la regaló Óscar hace un par de años, seguramente con la
esperanza de ver el retorno de su inversión convertido en un compañero para salidas ciclistas en el futuro, harto de salir sólo o con amigos de su padre y
su tío los últimos 25 años. Le funcionó, con las primeras salidas le cogí el
gustillo a eso de dar pedales, y rápidamente adquirí a mi querida Nekane, para
dedicarme más de lleno al ciclismo de carretera. La mountain bike quedó
relegada a mal menor si no había ruta de carretera interesante a la vista o si la
intención era no hacer muchos kilómetros, en definitiva era un medio más que un
fin. Pero la llegada del crudo invierno de este año me ha permitido redescubrir
el ciclismo de montaña. En estos dos últimos meses le hemos dado mucha caña a
la bici de ruedas gordas, y mi evidente mejoría en el ciclismo me ha permitido
descubrir nuevas rutas, de mayor dificultad, las cuales no abordaba en el
pasado por falta de piernas, y que ahora puedo acometer con mayor confianza.
Pero, “ay, amigo”, esa mayor confianza es un arma de doble filo, y la mayor
dificultad de las rutas, aparte de mayor esfuerzo (lo cual no es problema,
somos sufridores natos), también trae consigo estar dispuesto a asumir mayores
riesgos. Vamos, que estás a punto de partirte la “crisma” un día sí y el otro
también, y eso ya no mola tanto. En lo que llevamos de invierno he tenido que
entonar el “jodercagónsuputamadremevoyamatar” en varias ocasiones, fundamentalmente dos días.
El primero de ellos, un clásico, subida y bajada al Monte de Batres, ruta que
habré hecho unas 2.500 veces en estos dos años…o eso creía yo, sobre todo en lo
que a bajar se refiere. Resuelta que hay 200 formas de bajar (bueno, y subir)
al maldito monte. Con Alfredo, Óscar y un grupo de flipamountain-bikers amigos
de Óscar descubro una de esas “bajadas alternativas”, de “dificultad media”, según
decían. ¿Media? Hijos de mala madre, era de matarse en cada curva, en cada
trialera, en cada surco en el que metías la rueda, te agarrabas al manillar,
cerrabas los ojos y pensabas “aquí, aquí es donde me mato”. No he pasado más
miedo en mi vida, lo juro. Pero bueno, esa vez sobreviví, y la verdad es que,
dentro del puro estado de acojone, la bajada era ¿bonita?, quizá si hubiera
abierto los ojos hubiera podido comprobarlo. El segundo día de redescubrir la “bici
gorda” fue una ruta por “Bololandia” profundo, alias comarca de La Sagra
toledana, con subida al monte del repetidor de Añover de Tajo, ruta por
cortesía de Iván, compañero del club de triatlón. Salimos un grupo de 7/8, dos
se dieron la vuelta a la mitad, otros desearon haber elegido darse la vuelta y
todos los que aguantamos hasta al final nos dimos una paliza de cuidado. Resulta
que en un día como esos descubres que el plato pequeño pequeño de las “mountain bikes” también se utiliza y
sirve para escalar verdaderas paredes, mientras haces de equilibrista sobre la
bici, de tal forma que estás con el cuerpo suficientemente adelantado como para
que la rueda delantera no se levante, pero a la vez retrasado como para que la
rueda trasera no derrape. En fin, funambulismo a pedales mientras el corazón te
sale por la boca, puro masoquismo. Abordamos “nosecuántas” subidas, a cada cual
peor, con otras tantas bajadas, alguna de ellas criminal, y vamos, que no
dudé en bajarme de la bici y hacerlas andando si la situación lo requería, ya si eso me mataba otro
día. Aún así, tengo claro que más tarde o más temprano me tiraré por donde no
debo y me acabaré arreando una buena leche, y, con la suerte que suelo tener, algo me romperé, pero bueno ya se sabe que…“el fútbol es así”.
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Ruta a Añover de Tajo |
EVENTO 2: SUBIDA
A CANENCIA CON PATRI.- Recupero el contacto con Patricia gracias al triatlón,
ella también fue abducida ya hace varios años y aprovechando mi periodo de “desempleo”
quedamos para montar en bici. Me confiesa que nunca se ha atrevido con los
puertos de la sierra de Madrid, fundamentalmente porque apenas libra los fines
de semana y le toca salir en bici sola en días laborables, y que sola no se
atreve. Estamos a principios de diciembre e intentar subir cualquiera de los
puertos disponibles supone ascender a mil y muchos metros, casi dos mil, que no
es moco de pavo. Si no te nieva seguro que hace un frío de cojones, ya me
advierten de ello un par de colegas ciclistas...
“No es el mejor momento, Dani”.
Así que por supuesto me pasé los consejos por el arco del triunfo y un miércoles
cualquiera enfilamos para Canencia, puerto de 2da categoría, a unos 1600m sobre
el nivel del mar. Calculé una ruta de unos 80km con subida a la cima y vuelta
por el mismo sitio desde Collado Mediano, el día salió nublado pero sin apenas
viento, y el frío no era excesivo, o eso parecía al principio…
Todo bien hasta
la ascensión, incluida ésta, según vamos subiendo la niebla se va cerrando
sobre nosotros, el espectáculo es precioso, solos por la carretera, no se
escucha ni a los pájaros, el silencio impresiona, apenas oyes tu propia respiración y el leve
chirriar de la cadena de la bicicleta. Patri es una campeona, y sube sin mayor
problema, sufre, claro está, pero vamos, ya te digo yo que “la niña” puede con
esto y con mucho más.
Parada en la cima, fotitos de rigor y quizá demasiada “charleta”
rememorando la subida, y para cuando decidimos tirarnos para abajo estamos
empapados del rocío de la niebla y el sudor frío. El asfalto está húmedo y
resbaladizo, empiezo a tiritar descontroladamente, no controlo los brazos, el
manillar se agita con el temblequeo, no soy capaz de accionar los frenos.
Bajamos “pisando huevos”, súper-despacio, pero aún así no logro controlar la
bici. Decido parar y le pregunto a Patri que qué tal va ella. Entre
cuasi-sollozos me dice que va igual que yo. Joder, me asusto, pero decido poner
cara de póker, venga Patri que no pasa nada, enseguida estamos abajo. La cosa
va de mal en peor, las estoy pasando putas, no siento los brazos, ni las
piernas, no controlo la bici, me voy a hostiar, fijo.
De milagro llegamos a
Miraflores, nos metemos en el primer bar y el camarero, cómo nos vería, nos
deja una jarra de esas para calentar la leche para que pongamos las manos sobre
ellas. Seguramente la leche estaría hirviendo, pero yo no notaba nada, oiga.
Tras ingerir un café igualmente hirviendo, nos lanzamos de nuevo a completar la
bajada, sigo tiritando y escucho por detrás la risa nerviosa de Patri “sigues
tiritando Dani, vaya tela”. Joder, por Dios que venga ya el tramo de subida
para que regrese el calor a mi cuerpo, nunca antes había deseado tanto que la
carretera se empinara hacia arriba. Voy a estar tres días malo en la cama, verás.
En fin, que vaya aventura, puertos de montaña sí, pero en invierno…NUNCA MAIS,
Patri.
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Perfil de Canencia |
EVENTO 3: 10K DE
ARANJUEZ.- O cómo hacer nuevamente mejor marca personal en la distancia y
acabar decepcionado. Supongo que mi nivel de “pajillerismo mental” ha llegado
ya a tal punto que me creo mejor de lo que realmente soy, y ni siquiera fui
capaz de disfrutar de una gran carrera, que lo fue, ya que me auto-impuse unas
expectativas tan altas que acabé jodido, pese a rebajar en casi un minuto mi
anterior marca.
Resumen rápido, mi intención, optimista, muy optimista, era
hacer sub40, aunque realmente pensaba que lo normal sería hacer sub41, o como
mucho, hacer sub42…así que, por supuesto hice 42:01, por sub-normal y claro, acabé
jodido. Lo dicho, 50 segundos de mejora, pero fui un imbécil y no quise
saborearlos. En la carrera fui bastante bien hasta el km7, pero desde allí
hasta el km9 me vine inexplicablemente abajo (bueno, qué coño, era totalmente
comprensible, si desde la Behobia apenas había entrenado la carrera 5-6 veces).
Luego en el km9 apreté los dientes y me esforcé al máximo para arreglar el
estropicio, pero el castigo fue ése, quedarme a dos malditos segundos de hacer
una marca que me dejara medianamente satisfecho. Y pensar que 6 meses antes había
bajado de 45 minutos, ya me parecía haber llegado al tope y era el tío más
feliz del mundo. He seguido mejorando tres minutazos y no estoy del todo contento,
¿quién me entiende?, esto de la auto-exigencia es un coñazo, oiga.
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Decepción en la entrada a meta |
En fin, que lo
mejor de la carrera fue compartir el día con algunos compañeros del club,
Rober, Ángel (a Isa y Carlos no pude verles), por supuesto ganar nuevamente a
Rober (je,je) y, sobre todo, pegarme un homenaje culinario en “El Molino” con
Rob, el inglés extraterrestre, que también participaba y que por supuesto hizo
un “marcón” el muy….(sub36, alucinas). Las gambas, chuletón, vino y demás que “nos
regalamos” fue, sin duda, lo mejor del día…
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Carnaza by Restaurante El Molino |