Mediado el pasado
verano me apareció un dolor en el talón izquierdo, más intenso en estado de
reposo y que desaparecía completamente con el ejercicio. Típico de las
tendinopatías, pensé, debo tener algo de tendinitis en el Aquiles izquierdo. Estaba
en pleno periodo de carga máxima de entrenamientos pre-Ironman y, desde luego,
no estaba dispuesto a parar a escasos meses de la gran cita. Lo comenté con mi
fisioterapeuta, Ramón, que en buena lógica, y mirando primero por mi salud,
siempre ve la botella medio vacía, así que me recomendó aflojar…
“Tú estás de coña
Ramón, ¿aflojar ahora? No way, man”
Mejor dale caña a
la fisioterapia, a ver si conseguimos reducir una inflamación que cada día se
hacía más evidente.
Con el paso de
tiempo el dolor y la inflamación fueron a más, hasta prácticamente dejarme cojo
dos o tres días cada vez que salía a correr. La fisioterapia tampoco
funcionaba, de modo que Ramón me recomendó ir a un especialista, podólogo,
traumatólogo o similar, y que me hicieran placas y/o resonancias para
determinar el problema y, entre todos, ver la posible solución.
OK, pero después
del Ironman, hasta entonces aguanto como sea.
Total, era cuestión de estar cojo
unos días, y el dolor desaparecía en cuanto me ponía a correr. Lo malo era
lidiar con mi “santa”, que cada vez que me veía me decía “ESTÁS COJO, ¿QUIERES
PARAR?”
¿Yo?, qué va, es
que me gusta andar así…
Tras finalizar el
Ironman, ya sí que sí, hubo que ceder a las presiones de mi fisio, mi mujer, mi
suegro y demás tropa, sólo faltó que me llamaran de Presidencia del Gobierno…”Mire
usté, tiene usté que parar, mire usté…”
Así que prometí
no correr la Behobia (mentí como un bellaco) y acudir a especialistas (eso sí
que lo hice). Primero acudí a
Verónica, una podóloga amiga mía, que tras examinar mis “pinreles” y en primer
lugar escandalizarse por la cantidad de uñas que tenía moradas “se te acabarán
cayendo…”, se centró en la zona del talón en cuestión para determinar:
“Pa” mí que tienes
un “Jaglun” (así sonó), que te hagan unas placas y vemos…
Pensé, ya está la
Vero inventándose “palabros”, sonaba a broma, un Jaglun (luego resultó ser
Haglund). Parecía como el chiste:
“Tiene usted el
mal de Haglund” Dios mío, ¿y eso qué es? “Ni puta idea señor Haglund”
Para que me hagan
las dichosas radiografías acudo a una traumatóloga de Sanitas, que resultó
estar bastante buena, por cierto.
Radiografía de mi pie afectado |
“Tienes la
enfermedad de Haglund”, confirmó.
Dios mío doctora,
¿es grave?, ¿cuánto me queda de vida?, ¿podré despedirme de los míos?, contesté
en plan traumático.
“Tranquilo,
sobrevivirás”, replicó la doctora sonriendo. Tan solo es molesto y doloroso, lo
importante es que no esté afectado el tendón de Aquiles, y por las radiografías
parece que no lo está, aunque será mejor que lo confirme una resonancia
magnética.
El Aquiles, el
maldito Aquiles, la pesadilla del corredor, el terror de los deportistas en
general. Romperse el Aquiles significa mandar la temporada entera a tomar por
saco, y después de operarte nadie te garantiza que puedas volver, no ya a
competir, sino a hacer deporte con normalidad.
Pie con Haglund (no es el mío) |
Resulta que la
enfermedad de Haglund, también llamada deformidad de Haglund o espolón de
Haglund es una protuberancia que sale en el talón, a la altura del hueso
calcáneo, producto de la irritación de una bolsa o “bursa” que se sitúa entre
este hueso y su inserción con el dichoso Aquiles. Esta inflamación, aparte de
dolorosa, puede derivar en problemas más serios en el tendón de Aquiles, y eso
ya sí que son palabras mayores. Es una dolencia típica de corredores, pero
también de señoras que abusan del tacón de aguja…
“Pues le juro
doctora que hace mucho tiempo que no me calzo ni los Letizios ni los Manolos”
La doctora
empieza con el tercer grado ¿corres? “pues sí, desde hace tres años, y hasta
ahora ningún problema, oiga”. Ya, ¿has subido la carga e intensidad de
entrenamiento últimamente? “Pues sí, porque…”, no me digas más, eres triatleta
¿a que sí? ¿Ironman? “Culpable”.
Estáis todos
gilipollas, mi marido está igual, no sé en qué coño estáis pensando para
meteros esas palizas y tal y cual…
Al grano doctora,
¿puedo correr?
Pues en principio
sí, pero no te pases, y tras la resonancia veremos qué tratamiento…
No hacía falta
escuchar más, “gracias, doctora, me voy a preparar la Behobia, ciaoooo”.
Y en esas estamos,
he corrido la Behobia, además de otras carreras, y después he aflojado algo el ritmo de entrenos, pero la
temporada 2014 empieza YA, y tengo que solucionar el tema, porque míster
Haglund sigue ahí, dando por saco. Sigo leyendo e informándome sobre el particular, posibles tratamientos y demás historias. Aparece por ahí la EPI (Electrolisis
Percutánea Intratisular), que esconde detrás de tan rimbombante nombre un
tratamiento a base de acupuntura con pequeñas descargas eléctricas en la zona
en cuestión. Parece doloroso, pero por lo visto funciona. A David Villa,
jugador de mi glorioso Atlético de Madrid, le han tratado recientemente de una
dolencia en el tobillo con EPI (Blas no aparecía, ja,ja), y le ha funcionado de
maravilla.
No sé, ya si eso veremos…
Estimado:
ResponderEliminarDespues de casi dos años de soportar el dolor, me decidí operar el Hadlung. Ya llevo 9 meses sin poder hacer carrera aunque continúo en la bici.
Piensa bien si te operas!!! Es larga la recuperación!!!
Abrazo
Rafa
Yo tengo el mismo problema y me ha propuesto un médico operarme con una micro incisión (parece que la recuperación es más rápida). ¿Cuál ha sido al final tu experiencia con la operación? ¿La recomendarías? Muchas gracias por todo.
ResponderEliminarVIcente
Ya cumplidos los tres años de la operación he podido recuperar el trote, participar de una maratón, aunque las molestias no sea han ido totalmente. A veces no queda otra solución que la operación. Suerte!
ResponderEliminarhola dani, yo llevo 3 años corriendo y también me acaban de diagnosticar de hanlung (jajajaja)...llevo dos sesiones de epi y parece q un poco mejor pero lento. ¿Cómo termino tu historia??? gracias (me puedes escribir a caiman01.caiman01 @ Gmail . com )
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