En Valmayor tocaba comprobar este domingo mi evolución en
distancia sprint. Repetía el escenario y recorrido que tan buen sabor de boca
me dejó el año pasado.
Tras un sábado intenso en el que conseguí aguantar bastante
bien un cumpleaños de esos de jornada completa, barbacoa, piscina, además de
comida y bebida como para una boda, sonaba el despertador a las 5 de la mañana
(la prueba era a las 8.15h) y con toda la pereza del mundo me dispuse a
desayunar y preparar todo de forma somnolienta, en plan zombie.
Había quedado con Iván “el Terrible”, de mi club de triatlón,
a eso de las 6.15h, para cargar también su bici y demás trastos en mi coche y
enfilar juntos hacia Valdemorillo, a casi 1h de camino desde mi casa.
Con suficiente tiempo llegamos a nuestro destino, el área
recreativa del embalse de Valmayor, para recoger tranquilamente el dorsal y
disponer todo para la competición mientras aún amanecía.
Repitiendo un ritual que empieza a ser habitual en esta
prueba, Iván decide, como Fran la temporada pasada, “aligerar” algo de carga.
Qué manía, esas cosas hay que traérselas hechas de casa.
Hacemos cola para entrar en la zona de transición mientras
Iván se divierte vacilando a todo aquel que pasa por su lado. La gente va medio
dormida y no está para muchas coñas, aunque yo me descojono. Iván es un tío
peculiar, hay que cogerle el punto, pero cuando lo haces te puedes hartar a
reír.
Una vez está todo dispuesto tenemos tiempo suficiente para,
como el año pasado, llegar a la zona de salida nadando unos 200m, para
comprobar que el agua está a buena temperatura, pese a lo temprano que aún es.
Vamos con la crónica, que esta vez intentará ser aséptica,
sin lloros, ni lamentos, ni épicas. Seamos mayorcitos, mi triatlón es el que
es, y las circunstancias son las que son. Empiezo a comprender cuál es mi nivel
y mi sitio en este deporte, no puedo pretender mejorar de golpe y porrazo una
barbaridad. Todo es parte de un proceso, y he de entender que tras la lógica
mejora sustancial inicial, poco a poco iré alcanzando mis límites, con o sin
lesiones, que no son sino parte también de este proceso, así que tengo que
empezar a acostumbrarme a pequeños avances, acompañados de algunos retrocesos.
Esto es así, my friend.
AGUA
Iván decide colocarse en primerísima fila, yo “paso” total.
Nadando va mejor que yo, y no tiene miedo a la batalla, de modo que su guerra no es
mi guerra. Dudo unos instantes, porque la verdad es que es una pena, ya que tampoco
es que nade MUCHO mejor que yo, y si fuera capaz de aguantarle en el agua…
Nada, pajas mentales, decido finalmente quedarme en la
mitad, bocinazo y al lío…
Empujones, agarrones, ansiedad y torpeza de salida. Me
adelanta y pasa por encima hasta mi abuela. Vamos, lo de siempre.
Pese a ello llego hasta la primera boya intacto. Hasta ahí.
Al girar, de repente, surge un pie de la nada que me impacta de lleno en la
sien izquierda y me deja en estado de “shock”. Las gafas aguantan bien y el
golpe hace que finalmente despierte del letargo y agonía, así que rabioso
trato de aumentar el ritmo, mientras busco colocarme a pies de alguien que me
lleve de forma algo más cómoda.
Llego hasta la segunda boya sin sobresaltos y de ahí hasta el final
aprieto de nuevo y cambio el ritmo a la vez que compruebo que voy rebasando al personal sin ser rebasado.
Llego a la rampa de salida de la natación junto a uno del
Tri-Val, con un tiempo de 14’06”, que no
es para tirar cohetes, pero que es más de un minuto mejor que mi (lamentable)
tiempo del año anterior. Hago la T1 tiritando y de forma algo torpe,
percatándome, a medio pasillo y corriendo ya con la bici en la mano, de que el
cinturón portadorsal sigue atado al manillar de Nekane en lugar de estar
rodeándome la cintura. Seré cafre…en fin, otros valiosos segundos que vuelan
mientras deshago el entuerto.
BICI
Una vez sobre la bici, como siempre últimamente, salgo
a romper, a no reservar nada. Sufro en el inicio, siempre en subida y con algún
repecho de consideración. Mientras voy cogiendo ritmo me adelantan varios
competidores, me rebasan el del Tri-Val de antes, otro del Triatlón Atleti
(Aúpa Atleti) y uno del Ecosport Alcobendas. Trato de sufrir en la subida para que
no se me escapen y tras hacer un giro de 180 grados y subir otro mini-repecho,
aprieto y los rebaso a todos en la bajada. Inmediatamente se colocan a
rueda y así les llevo hasta el final de la primera vuelta.
Una vez hecho un nuevo giro de 180, el del Tri-Val, Miguel
Ángel Cantero, que así se llama, se pone
a mi altura y me dice que nos organicemos y que formemos grupo, que hemos hecho
el idiota en la primera vuelta dándonos calentones desperdigados. Le digo que
por mí perfecto, pero que a mí en el tramo inicial en subida me va a costar
seguir el ritmo. Me dice que no hay problema, que prefiere aflojar e ir juntos,
así que genial, me ofrezco para llevarles volando en el segundo tramo.
Y así lo hacemos, nos juntamos 5-6-7 corredores dependiendo
del momento y terminamos la segunda vuelta formando un mini-grupo.
A por la tercera en el mismo plan, yo a sufrir en la subida
y a ponerme a tirar a muerte en la bajada. Adelanto a mi amiguete del Tri-Val
en el repechito pre-bajada y me dice que ya va frito, no creas que yo voy mucho
más allá, replico.
Me dejo llevar en los últimos metros y me pasa el del
Tri-Val y algún otro. Decido descalzarme en plan “pro”, sobre la bici y dejando
las zapas ancladas en los pedales, porque el pasillo de compensación de la T2
es larguísimo y paso de correr como “las muñecas de Famosa”, a pasitos cortos e
inseguros.
Desmonto sin problemas y a correr descalzo se ha dicho,
sobre un asfalto criminal de cemento sin pulir que te destroza los pies.
Problemas para colgar la bici en la barra (más segundos a
tomar por saco), zapas, visera y a correr. Me tomo un gel nada más salir.
A CORRER
Dos vueltas de 2,5km, primera mitad en subida, con
toboganes, y vuelta. Nada más salir veo a Iván que ya casi comienza su segunda
vuelta. Mierda, toca apretar porque si no me va a doblar, pero voy tieso y me
duele horrores el Aquiles. Kilómetro 1 en 4:45 (fatal), km 2 en 4:33 (mal pero
vamos mejorando).
Acabo la primera vuelta apretando para que Iván no me doble,
parece que al final lo voy a conseguir. Aflojo una vez doy el giro y justo veo
aparecer al colega bufando y esprintando en sus últimos metros. Se va a cascar
un 1h09 el animalito. Qué bestia.
Me rebasa a mitad de vuelta el del Tri-Val, al que he debido
superar en la T2, intento seguirle pero ya voy justo. Me dejo llevar hasta el
final, voy a hacer 1h20, creo.
Al final veo que si aprieto (bastante) puedo bajar de 1h20,
es una gilipollez, un segundo más o menos, pero es psicológico, no es lo mismo 1h19
que 1h20, así que esprinto con mis escasas fuerzas ya.
Voy recortando distancias con el del Tri-Val, ya no le
pillo, y al final paro el crono en 1h19min59segs. Casi 3 minutos menos que en 2013. Bien
Sonrío mientras intento recuperar el resuello. Saludo a mi
amiguete del Tri-Val, al final hemos hecho toda la prueba juntos, comenta. Pues
sí, ha sido divertido.
POST-META
En el avituallamiento post-meta trato de reponer fuerzas, “joer”
si hasta hay cerveza fría. No son ni las 10 de la mañana, pero no me lo pienso, agarro una.
Encuentro a Iván también cerveza en mano y hacemos resumen
mutuo de nuestra participación. El colega sigue vacilando a diestro y
siniestro. Se hace fotos con los ganadores, masculino y femenino, de la prueba,
dos “rusos” del Pina Tri-Toledo. En realidad son ucranianos, mal momento
socio-político para confundir ambas nacionalidades.
Más fotitos aquí y allí, con Tania y su novio, Iván quiere
hacerse también una con Antonio Rossi, el periodista de Telecinco y triatleta
del Club Triatlón Las Rozas, que el sábado hizo 4º en el Short de Riaza en el
que también competían varios compis.
Tras tres cervezas mañaneras damos por terminada la jornada,
previo paso final por un bar cerca de mi casa, en el que cae una cuarta rondita
de birras.
Muchas risas y mucho cansancio, por no hablar del lamentable
estado de mi tendón, pero una vez más ha merecido la pena.