En el mundillo “motero”, al cual
también pertenezco, hay una máxima que dice que hay dos clases de moteros, los
que se han caído y los que se caerán. Supongo que la regla aplica también a los
que montan en bici.
Pues bien, ya puedo decir que en ambos colectivos pertenezco
al primer grupo, a los que ya se han caído. En bici he tardado “sólo” un año y
medio en hacerlo, desde que empecé a montar de nuevo por la “movida” ésta del
triatlón. Dejo fuera a propósito las 15.495 caídas de mi niñez, con numerosos
huesos rotos, brechas varias y toda clase de estropicios, ya que pertenecen a
otra época y ya han prescrito. También dejo sin contabilizar las mini-caídas o
amagos de caída por inexperiencia en el uso de las “calas” y los pedales
automáticos, que alguna ha habido. Me refiero a pegarme una “galleta” en
condiciones, lo que viene siendo una buena hostia…
Sucedió este pasado domingo, bajando el puerto de la
Morcuera, y bueno, alguna vez tenía que llegar. Sinceramente me alegro de que
haya sido de la forma que fue, a no mucha velocidad y resultando únicamente en
algo de “chapa y pintura” en brazo y hombro derecho, pierna derecha y mano
izquierda, además de un buen golpe en la cabeza convenientemente amortiguado
por el casco (bendito casco que toca cambiar, por cierto).
Ya está, ya me la he pegado, un buen susto, tomamos nota,
estaremos más atentos a partir de ahora y a otra cosa. Sin temores, sin miedos,
sin pánico, son gajes del oficio y como tal hay que tomárselos.
Dice una de las leyes de Murphy que si algo tiene que salir
mal, saldrá mal. Y el día fue dando muestras de que algo tenía que pasar, ya
que fue un completo desastre, desde el principio hasta el final.
Salíamos Manolo (mi peluquero bicicletero), Rober, alias el “triatleta
fantasma”, por aquello de rehuir las competiciones y no haberse estrenado aún,
y finalmente “yo misma, una servidora”. Partíamos de Collado Mediano, y por el
camino subiríamos la Morcuera, quién sabe si Navafría, en función de cómo
fueran las piernas, y finalmente Cotos, para desde ahí bajar Navacerrada y
volver a Collado.
En el llano hasta Miraflores de la Sierra le dimos bastante “cera”
y fuimos pasando a varios grupos y ciclistas sueltos, uno de los cuáles se
enganchó a nosotros y nos acompañó hasta la citada población. En las rampas que
anteceden a Miraflores sucedió la primera de las desgracias, cuando Manolo hizo
el “afilador” con su rueda delantera en mi rueda trasera y se fue al suelo
arrastrando al ciclista que se nos había pegado. Caída tonta a 3kmh sin más
consecuencias que un par de arañazos y contusiones. Con el disgusto de la caída
seguimos para adelante, tirando nosotros para Morcuera y el otro ciclista para
Canencia. Hasta luego, hasta luego…
Morcuera, puerto de 1ª categoría, 8 kms duros, duros, duros
que se me atragantaron bastante. No encontré el ritmo en ningún momento y subí
bastante atrancado, con Manolo dándome la “barrila” con el dichoso piñón del 28
que no tengo (llevo un 25 como máximo), que si subiría con más cadencia y más
relajado y tal y cual…pues nada, tengo lo que tengo y con esto he de subir.
Rober sí tiene el 28 y se adelanta a mitad de puerto para coronar en solitario,
mientras Manolo decide quedarse conmigo a intentar marcarme el ritmo que no
tengo.
Con más pena que gloria llego hasta la cima y hacemos
paradita para tomar aire y sacar las fotos de rigor.
Rober, conociendo que en las bajadas asumimos más riesgos
que los que él está dispuesto a tomar ya nos avisa que no irá muy rápido, así
que con buen criterio Manolo decide que bajaremos todos en grupo y
tranquilitos, si vamos juntos vamos juntos…
A mitad de bajada llega el primer contratiempo…Rober
revienta la cubierta trasera, sí LA CUBIERTA. El neumático trasero tiene un
buen “siete” y pienso que este es el fin de nuestra ruta, pues no adivino como
arreglarlo. Menos más que soy un “globero” y que Manolo tiene mucha “mili”
hecha en bicicleta. Se saca de la manga (literalmente) un trozo de cubierta
vieja que colocamos taponando el agujerito, nueva cámara y asunto resuelto. Avisa
Manolo a Rober que la rueda irá dando “saltitos”, pero que aguantar, aguantará.
Aprovechamos también a aprender cómo sacar e insertar la rueda trasera sin tocar
la cadena con las manitas y así no mancharnos de grasa, y es que este Manolo
sabe un montón...
Una foto con mi Nekane mientras reparábamos el desaguisado…
Proseguimos la bajada hasta Rascafría y aquí es cuando me la
“pego”. Voy en último lugar, detrás de Rober y vigilando su rueda trasera, no
sé, no me fío mucho del “apaño”. Y por fijarme en los botecitos que va dando la rueda de Rober no
veo una curva a izquierdas que se cierra demasiado y me la como con patatas.
Estoy a punto de salvar la caída, pero lamentablemente la rueda trasera pilla
un poco de arena ya metido en el poco arcén de la carretera y derrapa cruzando la bici y
sacándome “por las orejas” (por arriba), como se dice en el argot motociclista.
Aterrizo en la arena, mano izquierda primero, lado derecho del cuerpo después y
golpe con el casco en el suelo para finalizar.
Voy sin guantes, no me gustan, me hacen cortes en las
uniones de los dedos. A partir de ahora me pensaré mejor que prefiero, si los
cortes o destrozarme la mano como me la destrocé. Buena brecha al rasgarme la
palma con una piedra, lo mismo hasta necesitaré puntos…
Por lo demás, me lijo toda la parte derecha del cuerpo y
llevo un buen golpe en el hombro, el casco abollado, pero sé perfectamente que
el golpe en la cabeza ha sido leve y que no me he roto nada, soy de cabeza dura, sobreviviré.
Al momento para a socorrerme otro ciclista, me limpia la
herida de la mano, que sangra profusamente, con el agua de su bidón y me ayuda
a levantarme. Muchas gracias compadre, has sido muy amable. También recoge la
bici del suelo y me dice que parece estar bien. Llegan también Rober y Manolo,
a los que la caída les había pillado por delante.
Pues sí, Nekane también está bien, no se ha roto nada, así
que algo aturdido me subo de nuevo en ella para continuar hasta Rascafría y
buscar un Centro de Salud en el que me limpien y revisen las heridas, sobre
todo la de la mano que parece la más conflictiva. En función de lo que me digan
y cómo me encuentre después decidiremos qué hacer, si llamar a un taxi y dar
por finalizado el día o seguir si me veo con fuerzas.
Llegamos al Centro de Salud y enseguida me atienden, en
opinión del médico no hacen falta puntos en la mano, así que lo dicho, un poco
de limpieza y desinfección y listo. Me está curando cuando aparecen dos tipos
con una mochila y ¡¡UNA SERPIENTE dentro!! Por lo visto le ha picado a uno de
ellos y quieren saber si es venenosa y tal.
Resulta que es una víbora y que sí es venenosa, escucho como
el médico les dice que esperen que él está terminando de curarme. Me miro y me avergüenzo
de mí mismo, joder yo sólo tengo un poco de “chapa y pintura” y ahí fuera hay
un tío con un picadura de víbora. Al momento me incorporo de la camilla y le
digo que atienda al de la víbora, que yo no tengo nada coño, que soy un
flojeras y el otro se va a morir en la sala de espera. Me acuerdo del chiste
malo del tío que le pica una víbora en sus “nobles partes” y el amigo llama al
SAMUR para recibir instrucciones y le dicen que tienen que extraer el veneno
succionando con la boca fuertemente…qué dicen los del SAMUR?, qué dicen los del
SAMUR?...QUE TE MUERES, TÍO, QUE TE MUERES…
Pues no, según el médico parece ser que apenas le ha
inoculado veneno y que no se va a morir, así que primero termina conmigo.
La anécdota de la víbora renueva mis energías, si no tengo
nada cojones, otros están peor, así que
si hay que subir Cotos pues se sube Cotos. Lo malo va a ser apoyar la mano
izquierda en el manillar, pero ya nos apañaremos.
Tiramos para Cotos y antes de empezar a subir Rober vuelve a
pinchar. Manolo me dice que yo tire para arriba, que ellos lo arreglan y ya me
pillaran subiendo. Pues nada, yo tiro para arriba. Cotos es más suave que
Morcuera, pero es más largo, interminablemente más largo. Aún así ya me lo
conozco de la otra vez, voy regulando y me noto un pedalear más alegre que
subiendo la Morcuera, incluso te diría que subo mejor y más rápido que aquella
otra vez subiendo Cotos. Lo malo es el calor, entre las caídas, pinchazos y centros de salud
nos han dado casi las 3 de la tarde y “Lorenzo” ya pega de lo lindo. Voy
buscando las zonas de sombra como un loco y pese al calor llego a la cima del
puerto bastante bien de fuerzas. Finalmente no me han cogido, llegan pasados
unos minutos. La cara de Rober lo dice todo, típica expresión de “supuñeteramadreconelpuertecito”,
es su primer “Cotos” y se le ha hecho larguísimo, por supuesto.
Últimos geles y barritas para el cuerpo y a tirar para
Navacerrada y desde allí para abajo de vuelta a Collado. Me duele bastante la mano
y aún con el susto en el cuerpo no tengo muchas intenciones de lanzarme cuesta
abajo en plan kamikaze, pero vamos, que quieras o no, rápido vas a ir. Cogiendo
el manillar por la curva (que es como hay que cogerlo cuando se baja), me duele
aún más la mano, siento cada bachecito, cada grieta que piso, de modo que sufro mucho en la bajada. Para finalizar el día de desgracias hemos perdido a
Rober, Manolo y yo nos damos cuenta casi al final, y por supuesto no hay
fuerzas para subir de nuevo a buscarle. No tengo el móvil y no me sé su
teléfono de memoria, por lo que decidimos seguir hasta el coche y desde allí
llamarle a ver qué ha pasado. Seguramente ha vuelto a pinchar o destrozar
definitivamente la maldita rueda trasera.
Llegamos y efectivamente tengo un mensaje suyo en el móvil,
ha reventado de nuevo, por lo que ha llamado a un amigo suyo que vive en la
zona para que le recoja y le baje hasta el coche.
Menuda pesadilla de día, 100 kilómetros infernales llenos de
incidencias, caídas, reventones, víboras y otras desgracias.
Como dice Manolo, esto pasa en las mejores familias, otro
día seguro que se dará mejor.
Por lo demás, con la caída doy por concluida mi semana “horribilis”
en lo que a entrenamiento se refiere, ya que el miércoles me fastidié el gemelo
derecho con una contractura, que en la bici no me afecta, pero que me impide
correr, justo ahora que es cuando más “caña” le tengo que dar a todo. Mal
empezamos la recta final, con lesiones y caídas, pero bueno, aprovecharé para
descansar unos días y coger con más ánimo y energía este tramo definitivo
previo al IM, además en breve empiezo las vacaciones y hasta finales de agosto
que las coge “mi señora” voy a tener casi el 100% de mi tiempo disponible para
entrenar. No pienso hacer otra cosa en vacaciones que entrenar, entrenar y
entrenar…
Non-stop,
colega, non-stop.
SEMANA
DEL 29 DE JULIO AL 4 DE AGOSTO
Lunes: 15K running en 1h20’ por debajo de 140 pulsaciones
(se supone que a ritmo IM). Bien de sensaciones, sin despeinarme, aunque me
avisa el gemelo derecho muy al final.
Martes: Descanso.
Miércoles: 3K running a ritmo alegre y lesión del gemelo (
tengo que parar) + 2500 natación.
Jueves: 75min spinning (como unos 40km).
Viernes: 2200m natación.
Sábado: 4K running y nueva lesión de gemelo (nada, no puedo
correr) + 68km bici carretera a 28kmh.
Domingo: 100km bici carretera con Morcuera, Cotos y “galleta”
incluida.