Dice la amiga Patri Madrigal que siempre me acontecen sucesos
inexplicables en los triatlones…
“Lo que no te pase a ti, Fonseca…”, suele dejar caer.
Pues bien, lo que nos ocurrió, a mí y a otros más de 300
triatletas en el pasado Ecotrimad, distancia sprint, pasará a los anales de la
historia como el primer triatlón en el que se prohibió el uso del neopreno en
el segmento de natación y, sin embargo, debió haber sido obligatorio tanto en
la bici como en la carrera a pie.
La “chupa” de agua y granizo que nos cayó, totalmente a
traición en un día caluroso, fue de escándalo, lo nunca visto. Yo desde luego
no había vivido nada parecido ni de lejos. Sí, en algún triatlón me ha llovido.
En una cicloturista, los 10.000 del Soplao de 2015, hice lo mismo más de 70-80
kilómetros bajo la lluvia. Pero una cosa es llover y otra muy distinta lo del
pasado domingo.
Increíble, salvaje, BRUTAL.
Todo lo que cuente es poco.
Dicen que Ecotrimad es una prueba gafada, si no graniza hace
un calor de mil demonios o, como el año pasado, no se puede nadar por estar el
agua a 10 grados. Da igual que lo hagan en mayo o en junio, siempre pasa algo.
Yo lo siento por los organizadores, a los cuales conozco y me consta que le
ponen toda la pasión y el cariño del mundo, pero algo de mal fario tienen, pobres.
Elegí buen día para estrenar la equipación del CTLR. Ya
conté en un post anterior que este año pertenezco a dos clubes a la vez, el
AtléticoSS y el Club Triatlón Las Rozas. Con los primeros tengo sacada la
licencia y con los segundos entreno. Aclaradas las motivaciones que me han
llevado a tener semejante lío de clubes con los responsables de ambas
entidades, buenos amigos ambos, me siento suficientemente libre de decidir
cuándo vestir de una u otra guisa.
En Ecotrimad, siendo campeonato de Madrid de la distancia
sprint, la cosa estaba clara, tocaba estrenar el 2 piezas del CTLR, ropa de un
club de MADRIZ para un campeonato de MADRIZ.
Mucho jijijaja en los momentos previos a la prueba con los
más de, yo qué sé, 30 ó 40 compis del club entre categorías senior, junior y
cadete que nos presentamos en Buitrago del Lozoya. Nada más llegar 1º sorpresa,
neopreno prohibido, hace bastante calor pese a estar el día nublado, y el agua
supera la temperatura permitida para los 750m de natación de la distancia sprint.
Si te digo la verdad mejor, me quito un peso de encima.
Andaba con dudas sobre dónde deshacerme del neopreno en la larguísima y dura T1
(700m cuesta arriba con un desnivel importante). Me lo quito nada más salir del
agua, me lo quito a mitad de la cuesta, me lo quito al final…
A tomar por saco, un problema menos, no hay neopreno para
nadie (bueno, los mayores de 50 pueden ponérselo siempre que quieran, se lo
permite el reglamento).
Como siempre me distraigo haciendo el tonto con los
compañeros y no me da tiempo a calentar en el agua. Maribel, la “jefa” me mira
con esa mirada de “no-tienes-remedio-chato”.
Bueno, pues calienta con gomas.
No tengo gomas, Maribel.
Pues Dios te ampare, majo.
A ver, no es algo que
me preocupe, no era ni prueba objetivo ni me estoy jugando podio alguno, pero
es verdad que tengo que empezar a coger cierta rutina de concentración
pre-competición, que siempre me pasa lo mismo, tío.
AGUA
La salida es desde dentro del agua (NO ME GUSTA), me cuesta
ponerme en marcha desde parado y me dispara el estrés. No obstante no salgo
demasiado mal y enseguida consigo hacerme con mi sitio y no pelearme demasiado.
Primera boya con algo de lío, nada grave, y larga recta
hasta la 2da y 3ª boyas. Mi obsesión aquí es no desviarme a derechas, as usual,
y voy levantando la cabeza recurrentemente para corregir mi posición, en su
caso.
Al llegar a la 3ª boya, que marca el giro de 180 grados que
hay que quedar para enfilar ya el tramo final descubro a Moyano “padre” nadando
a mi lado (hay también un Moyano “hijo”, obvio), de hecho nos enredamos un
poco. Me lo quito de encima con algo de auto-cabreo, y es que Moyano nada,
vamos a decir, suficientemente PEOR que yo. No debería estar nadando a mi lado.
Eso puede ser porque él haya hecho una buena natación o yo la esté haciendo
mala.
Espera que miro el reloj…
Vale, 12 minutos y pico y aún no has llegado, Fonseca. LA
ESTÁS CAGANDO, una vez más.
JOOOOOODERRRRRR…PERO POR QUEEEEEEEÉ??
Alcanzo el pantalán en 13 minutos largos (FATAL, pese a no
llevar neopreno, se me ha ido más de 1 minuto, tal vez 2).
Moyano me pasa a mitad de T1, justo después Almodóvar, otro
que no debería estar tan pegado a mí.
Infernal transición, 700 metros con unas rampas muy serias,
según el Garmin salvé 50m en dicha distancia, más de un 7% de desnivel medio,
que ya está bien.
Llego muerto a la bici, con el corazón en la boca, hago un
cambio de aparejos desastroso y ya estoy dando pedales…
BICI
Circuito a 2 vueltas, “exigente, con múltiples repechos”,
según promete la Organización. En lo de exigente no mienten, en lo de los
repechos sí. Básicamente porque hay UN ÚNICO REPECHO, que viene a durar 5kms.
Son 5 kilómetros sin parar de subir y otros tantos de bajada.
Es decir que el circuito se adapta a mis características
como ciclista lo que viene siendo nada. Enseguida me empieza a pasar en la
primera subida hasta mi abuela montada en bicicleta, no soy capaz de seguir una sola
rueda:
Me pego a éste…me suelta, pues a este otro…me suelta…¿tal
vez éste otro?...pues tampoco. Terminando la subida empieza a llover levemente,
en principio parece el típico chirimiri, pero pronto va aumentando de
intensidad, la lluvia empieza a picar en los brazos. Debido a la lluvia no
puedo emplearme a fondo en la bajada, una lástima, pero no voy a arriesgar a
caerme por ganar unos segundillos.
En el giro para iniciar la segunda vuelta me fijo en un
grandullón del triatlón Atleti, SAZ, según reza su equipación. Bromeo con él
sobre nuestra configuración corporal perfecta para la escalada, se ríe y le
animo a afrontar juntos los 5kms de subida. Vamos a relevos junto con un
tercero, que se une a la fiesta. Pronto la lluvia torna en granizo, y pronto
pasaremos de ver algo a no ver ABSOLUTAMENTE NADA.
La cosa se va complicando cada vez más, pero bueno, estamos
en plena subida y en este tramo no se asume demasiado riesgo, pero en cuanto
giremos…
Llegamos al punto de giro y para empezar al presionar las
manetas mi bici dice que nanay, que ella sigue recto. Tengo que abrirme para no
atropellar a un voluntario y pierdo el contacto con mis “compañeros de fuga”.
Consigo no caerme y cazo a Alba, compañera del CTLR. Alcanzo de nuevo a SAZ, el gigante del triatleti, y me cobijo como
puedo detrás suyo.
La granizada a estas alturas es ya espectacular, la
carretera es un puro río, afortunadamente es una larga recta con apenas dos
curvas ya casi al final. Simplemente hay que tratar de mantener la bici recta y
tocar el freno con sumo cuidado.
Me cruzo con muchas de las chicas, que están en plena subida
de su 2da vuelta, a duras penas consigo distinguir a Bea Bernáldez, Sara
Gozalo, Isa, Marine…qué campeonas, alguna va incluso sonriendo, yo la verdad es
que no le veo la gracia por ningún lado. La tromba de granizo y agua no afloja,
cada vez va a peor, pero aquí nadie se baja de la bici, oigo a Alba gritar y
quejarse detrás de mí, que duele el granizo, dice. Ya te digo que duele.
Último kilómetro y mi obsesión es no hacer ningún movimiento
raro con la bici y hacer caer a Alba, que viene a cierta distancia por detrás. En los metros finales atravesamos una
pequeña vaguada que hace llegar el agua hasta caso el eje de la rueda, me quedo
frenado y Alba justo me pasa.
De la tensión y el estrés olvido quitarme las zapatillas y
casi me caigo al suelo al desmontar…
Madre mía, ¡ha sido una pasada! No he pasado más miedo en mi
vida sobre la bici, y al mismo tiempo creo que ha sido lo más acojonante y “adrenalínico”
(no creo que exista esta palabra) que he hecho nunca.
Sigue granizando y desde luego la carrera a pie promete…
CARRERA
Nada más abandonar el campo de fútbol de hierba artificial
que nos servía de boxes había que pisar sí o sí o enorme charco, me dio
bastante “asquito” hacerlo. De haber sabido lo que me esperaba poco después no
me hubiera andado con tantos remilgos…
Tras abandonar el colegio Gredos nos adentrábamos en lo que
viene siendo puro campo, y lo que antes fueron caminos de tierra ahora eran
simplemente enormes balsas de agua, torrentes y ríos de agua sobre los que intentar
correr. Nuevamente dejo los remilgos a un lado y me propongo disfrutar como un niño pequeño
pisando charcos.
La carrera es un sube y baja constante, sin saber por dónde
pisas, con el agua por los tobillos mínimo, cuando no más arriba. Al cruzar por
debajo de un puente nos recibe un charco gigante en el que meto hasta casi la
rodilla, yo, imaginad hasta donde le llega al chico que va delante y que no
llega a 1.70m de altura. Exacto, hasta ahí…
Voy cruzándome con compañeros del CTLR, todos con agua y
barro hasta en las orejas, con caras de
sufrimiento, asco y esfuerzo que reflejan la épica de una prueba brutal.
Yo me lo estoy pasando de miedo, voy corriendo a tope y
disfrutando como un enano. Paso a Alba a mitad de sector, me había cogido
cierta ventaja tras mi desastrosa T2.
A falta de poco más de 1km para la meta ya sé que todo es cuesta abajo y
aprieto a muerte, importándome poco dónde y cómo piso, ¡soy una apisonadora de
charcos!
Maribel me anima en los metros finales, pobre, vaya chupa de
agua se ha comido también ella:
“¡¡¡Vamos Dani, vamos, vamos, vamos, terminamos fuerte, vaya
triatlón épico que os estáis marcando, éste vale doble!!”.
Qué razón tiene Maribel, hace 30 minutos estaba dudando si
retirarme en medio del caos de agua y hielo del segmento ciclista y ahora mismo
no quepo en mi de felicidad y satisfacción. Hemos sobrevivido a una situación
absolutamente salvaje, debemos estar todos bien orgullosos, incluso los que
hayan optado por retirarse (que habrán sido muy poquitos, ya te lo digo yo).
Posiblemente lo más lógico hubiera sido parar la prueba y/o abandonar, pero que va, a voluntad, tesón
y COJONES no nos gana nadie.
Envidia sana cuando un montón de compañeros del CTLR suben a
recoger sus medallas, el club ha arrasado en (casi) todas las categorías, qué
nivel tienen, madre de Dios.
Lo que era un triatlón sprint al que me apunté casi de rebote como
puro relleno en mi calendario, sin más intención que sumar otro integrante más
del CTLR al Campeonato de Madrid, se ha convertido en una prueba inolvidable
por muchos motivos. Difícil borrar ya de mi memoria ese domingo 4 de junio,
cuando conseguí salir vivo de un Buitrago de Lozoya convertido en el Armagedón,
el lugar donde se citaron las fuerzas del bien y mal para una cruenta batalla
en lo que a meteorología se refiere.
Salí victorioso, pese a no subir al podio, ese día ganamos
todos.
Moló bastante.
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